Lunes, 24 de Enero de 1944

Querida Kitty:

Me ha ocurrido una cosa -aunque en realidad no debería de hablar de «ocurrir»- que me parece muy curiosa.Antes, en el colegio y en casa, se hablaba de los asuntos se­xuales de manera misteriosa o repulsiva. Las palabras que hacían referencia al sexo se decían en voz baja, y si alguien no estaba enterado de algún asunto, a menudo se reían de él. Esto siempre me ha parecido extraño, y muchas veces me he preguntado por qué estas cosas se comentan susurrando o de modo desagrada­ble. Pero como de todas formas no se podía cambiar nada, yo trataba de hablar lo menos posible al respecto o le pedía infor­mación a mis amigas.Cuando ya estaba enterada de bastantes cosas, mamá una vez me dijo:-Ana, te voy a dar un consejo. Nunca hables del tema con los chicos y no contestes cuando ellos te hablen de él.Recuerdo perfectamente cuál fue mi respuesta:-¡No, claro que no, faltaba más!Y ahí quedó todo.Al principio de nuestra estancia en el escondite, papá a me­nudo me contaba cosas que hubiera preferido oír de boca de mamá, y el resto lo supe por los libros o por las conversaciones que oía.Peter Van Daan nunca fue tan fastidioso en cuanto a estos asuntos como mis compañeros de colegio; al principio quizás al­guna vez, pero nunca para hacerme hablar. La señora nos contó una vez que ella nunca había hablado con Peter sobre esas cosas, y según sabía, su marido tampoco. Al parecer no sabía de qué manera se había informado Peter, ni sobre qué.Ayer, cuando Margot, Peter y yo estábamos pelando patatas, la conversación derivó sola hacia Mofe.-Seguimos sin saber de qué sexo es Moffie, ¿no? -pregunté.-Sí que lo sabemos -contestó Peter-. Es macho.Me eché a reír.-Si va a tener cría, ¿cómo puede ser macho?Peter y Margot también se rieron. Hacía unos dos meses que Peter había comprobado que Moffie no tardaría en tener cría, porque se le estaba hinchando notablemente la panza. Pero la hinchazón resultó ser fruto del gran número de huesecillos que robaba, y las crías no siguieron creciendo, y nacer, menos to­davía.Peter se vio obligado a defenderse de mis acusaciones:-Tú misma podrás verlo si vienes conmigo. Una vez, cuando estaba jugando con él, vi muy bien que era macho.No pude contener mi curiosidad y fui con él al almacén. Pero no era la hora de recibir visitas de Moffie, y no se le veía por nin­guna parte. Esperamos un rato, nos entró frío y volvimos a subir todas las escaleras.Un poco más avanzada la tarde, oí que Peter bajaba por se­gunda vez las escaleras. Me envalentoné para recorrer sola el si­lencioso edificio y fui a parar al almacén. En la mesa de embalaje estaba Moffie jugando con Peter, que justo lo estaba poniendo en la balanza para controlar su peso.-¿Hola! ¿Quieres verlo?Sin mayores preparativos, levantó con destreza al animal, co­giéndolo por las patas y por la cabeza, y manteniéndolo boca arriba comenzó la lección:-Éste es el genital masculino, éstos son unos pelitos sueltos y ése es el culito.El gato volvió a darse la vuelta y se quedó apoyado en sus cua­tro patas blancas.A cualquier otro chico que me hubiera indicado el «genital masculino», no le habría vuelto a dirigir la palabra. Pero Peter si­guió hablando como si nada sobre este tema siempre tan deli­cado, sin ninguna mala intención, y al final me tranquilizó, en el sentido de que a mí también me terminó pareciendo un tema normal. Jugamos con Moffie, nos divertimos, charlamos y final­mente nos encaminamos hacia la puerta del amplio almacén.-¿Tú viste cómo castraron a Mouschi?-Sí. Fue muy rápido. Claro que primero lo anestesiaron.- ¿Le quitaron algo?-No, el veterinario sólo corta el conducto deferente. Por fuera no se ve nada.Me armé de valor, porque finalmente la conversación no me resultaba tan «normal».-Peter, lo que llamamos «genitales», también tiene un nom­bre más específico para el macho y para la hembra.-Sí, ya lo sé.-El de las hembras se llama vagina, según tengo entendido, y el de los machos ya no me acuerdo.-Sí.-En fin -añadí-. Cómo puede uno saber todos estos nom­bres. Por lo general uno los descubre por casualidad.-No hace falta. Se lo preguntaré a mis padres. Ellos saben más que yo y tienen más experiencia.Ya habíamos llegado a la escalera y me callé.Te aseguro que con una chica jamás hubiera hablado del tema de un modo tan normal. Estoy segura de que mamá nunca se refe­ría a esto cuando me prevenía de los chicos.Pese a todo, anduve todo el día un tanto desorientada; cada vez que recordaba nuestra conversación, me parecía algo curiosa. Pero hay un aspecto en el que al menos he aprendido algo: tam­bién hay jóvenes, y nada menos que del otro sexo, que son capa­ces de conversar de forma natural y sin hacer bromas pesadas res­pecto al tema. ¿Le preguntará Peter realmente muchas cosas a sus padres? ¿Será en verdad tal como se mostró ayer? En fin, ¡yo qué sé!

Tu Ana

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