Lunes, 14 de Febrero de 1944

Querida Kitty:

Mucho ha cambiado para mí desde el sábado. Lo que pasa es que sentía en mí un gran deseo (y lo sigo sintiendo), pero... en parte, en una pequeñísima parte, he encontrado un remedio.El domingo por la mañana me di cuenta (y confieso que para mi gran alegría) de que Peter me miraba de una manera un tanto peculiar, muy distinta de la habitual, no sé, no puedo explicártelo, pero de repente me dio la sensación de que no estaba tan enamorado de Margot como yo pensaba. Durante todo el día me esforcé en no mirarlo mucho, porque si lo hacía él también me miraba siempre, y entonces... bueno, entonces eso me producía una sensación muy agradable dentro de mí, que era preferible no sentir demasiado a menudo.Por la noche estaban todos sentados alrededor de la radio, menos Pim y yo, escuchando «Música inmortal de compositores alemanes». Dussel no dejaba de tocar los botones del aparato, lo que exasperaba a Peter y también a los demás. Después de media hora de nervios contenidos, Peter, un tanto irritado, le rogó a Dussel que dejara en paz los botones. Dussel le contestó de lo más airado:-Yo hago lo que me place.Peter se enfadó, se insolentó, el señor Van Daan le dio la razón y Dussel tuvo que ceder. Eso fue todo.El asunto en sí no tuvo demasiada trascendencia, pero parece que Peter se lo tomó muy a pecho; lo cierto es que esta mañana, cuando estaba yo en el desván, buscando algo en el baúl de los libros, se me acercó y me empezó a contar toda la historia. Yo no sabía nada; Peter se dio cuenta de que había encontrado a una interlocutora interesada y atenta, y pareció animarse.-Bueno, ya sabes -me dijo-, yo nunca digo gran cosa, porque sé de antemano que se me va a trabar la lengua. Tartamudeo, me pongo colorado y lo que quiero decir me sale al revés, hasta que en un momento dado tengo que callarme porque ya no encuentro las palabras. Ayer me pasó igual; quería decir algo completamente distinto, pero cuando me puse a hablar, me hice un lío y la verdad es que es algo horrible. Antes tenía una mala costumbre, que aun ahora me gustaría seguir poniendo en práctica: cuando me enfadaba con alguien, prefería darle unos buenos tortazos antes que ponerme a discutir con él. Ya sé que este método no lleva a ninguna parte, y por eso te admiro. Tú al menos no te lías al hablar, le dices a la gente lo que le tienes que decir y no eres nada tímida.-Te equivocas de medio a medio -le contesté-. En la mayoría de los casos digo las cosas de un modo muy distinto del que me había propuesto, y entonces digo demasiadas cosas y hablo demasiado tiempo, y eso es un mal no menos terrible.-Es posible, pero sin embargo tienes la gran ventaja de que a ti nunca se te nota que eres tímida. No cambias de color ni te inmutas.Esta última frase me hizo reír para mis adentros, pero quería que siguiera hablando sobre sí mismo con tranquilidad; no hice notar la gracia que me causaba, me senté en el suelo sobre un cojín, abrazando mis rodillas levantadas, y miré a Peter con atención.Estoy muy contenta de que en casa todavía haya alguien al que le den los mismos ataques de furia que a mí. Se notaba que a Peter le hacía bien poder criticar a Dussel duramente, sin temor a que me chivara. Y a mí también me hacía sentirme muy bien, porque notaba una fuerte sensación de solidaridad, algo que antes sólo había tenido con mis amigas.

Tu Ana

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