Sábado, 6 de Mayo de 1944

Querida Kitty:

Ayer, antes de comer, le metí a papá la carta en el bolsillo. Des­pués de leerla estuvo toda la noche muy confuso, según Margot. (Yo estaba arriba fregando los platos.) Pobre Pim, podría ha­berme imaginado las consecuencias que traería mi esquela. ¡Es tan sensible! En seguida le dije a Peter que no preguntara ni dijera nada. Pim no ha vuelto a mencionar el asunto. ¿Lo hará aún?
Aquí todo ha vuelto más o menos a la normalidad. Las cosas que nos cuentan Jan, Kugler y Kleiman sobre los precios y la gente de fuera son verdaderamente increíbles; un cuarto de kilo de té cuesta 3 so florines; un cuarto de café, 8o florines; la mante­quilla está a 3 s florines el medio kilo, y un huevo vale 1,45 flori­nes. ¡El tabaco búlgaro se cotiza a 14 florines los cien gramos!
Todo el mundo compra y vende en el mercado negro, cualquiera te ofrece algo para comprar. El chico de la panadería nos ha con­seguido seda para zurcir, a 90 céntimos una madejuela, el lechero nos consigue cupones de racionamiento clandestinos, un empre­sario de pompas fúnebres nos suministra queso. Todos los días hay robos, asesinatos y asaltos, los policías y vigilantes nocturnos no se quedan atrás con respecto a los ladrones de oficio, todos quieren llenar el estómago y como está prohibido aumentar los salarios, la gente se ve obligada a estafar. La Policía de menores no cesa de buscar el paradero de chicas de quince, dieciséis, diecisiete años y más, que desaparecen a diario.
Intentaré terminar el cuento del hada Ellen. Se lo podría rega­lar a papá para su cumpleaños, en broma, incluidos los derechos de autor. ¡Hasta la próxima!

Tu Ana M. Frank

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