Sábado, 20 de Mayo de 1944

Querida Kitty:

Anoche bajé del desván, y al entrar en la habitación vi en seguida que el hermoso jarrón de los claveles había rodado por el suelo. Mamá estaba de rodillas fregando y Margot intentaba pescar mis papeles mojados del suelo.-¿Qué ha pasado? -pregunté, llena de malos presentimientos, y sin esperar una respuesta me puse a estimar los daños desde la distancia. Toda mi carpeta de genealogías, mis cuadernos, libros, todo empapado. Casi me pongo a llorar y estaba tan exaltada, que empecé a hablar en alemán. Ya no me acuerdo en absoluto de lo que dije, pero según Margot murmuré algo así como «daños incalculables, espantosos, horribles, irreparables» y otras cosas más. Papá se reía a carcajadas, mamá y Margot se contagiaron, pero yo casi me echo a llorar al ver todo mi trabajo estropeado y mis apuntes pasados a limpio todos emborronados.Ya examinándolo mejor, los «daños incalculables» no lo eran tanto, por suerte. En el desván despegué y clasifiqué con sumo cuidado los papeles pegoteados y los colgué en hilera de las cuerdas de colgar la colada. Resultaba muy cómico verlo y me volvió a entrar risa: María de Médicis al lado de Carlos V, Guillermo de Orange al lado de María Antonieta.-¡Eso es Rassenschande! -bromeó el señor Van Daan.Tras confiar el cuidado de mis papeles a Peter, volví a bajar.-¿Cuáles son los libros estropeados? -le pregunté a Margot,que estaba haciendo una selección de mis tesoros librescos.-El de álgebra -dijo.Pero lamentablemente ni siquiera el libro de álgebra se había estropeado realmente. ¡Ojalá se hubiera caído en el jarrón! Nunca he odiado tanto un libro como el de álgebra. En la primera página hay como veinte nombres de chicas que lo tuvieron antes que yo; está viejo, amarillento y lleno de apuntes, tachaduras y borrones.Cualquier día que me dé un ataque de locura, cojo y lo rompo en pedazos.

Tu Ana M. Frank

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