Querida Kitty:
El sábado, domingo, lunes y martes hizo tanto calor, que no podía tener la pluma en la mano, por lo que me fue imposible escribirte. El viernes se rompió el desagüe, el sábado lo arreglaron. La señora Kleiman vino por la tarde a visitarnos y nos contó muchas cosas sobre Jopie, por ejemplo que se ha hecho socia de un club de hockey junto con Jacque van Maarsen. El domingo vino Bep a ver si no habían entrado ladrones y se quedó a desayunar con nosotros. El lunes de Pentecostés, el señor Gies hizo de vigilante del escondite y el martes por fin nos dejaron abrir otra vez las ventanas. Rara vez hemos tenido un fin de semana de Pentecostés tan hermoso y cálido, hasta podría decirse que caluroso. Cuando en la Casa de atrás hace mucho calor es algo terrible; para darte una idea de la gran cantidad de quejas, te describiré los días de calor en pocas palabras:
El sábado: «¡Qué bueno hace!» dijimos todos por la mañana. -¡Ojalá hiciera menos calor!», dijimos por la tarde, cuando hubo que cerrar las ventanas.
El domingo: «¡No se aguanta el calor, la mantequilla se derrite, no hay ningún rincón fresco en la casa, el pan se seca, la leche se echa a perder, no se puede abrir ninguna ventana. Somos unos parias que nos estamos sofocando, mientras los demás tienen vacaciones de Pentecostés!» (Palabras de la señora.)
El lunes: «¡Me duelen los pies, no tengo ropa fresca, no puedo fregar los platos con este calor!» Quejidos desde la mañana temprano hasta las últimas horas de la noche. Fue muy desagradable.
Sigo sin soportar bien el calor, y me alegro de que hoy sople una buena brisa y que igual haya sol.
Tu Ana M. Frank
El sábado, domingo, lunes y martes hizo tanto calor, que no podía tener la pluma en la mano, por lo que me fue imposible escribirte. El viernes se rompió el desagüe, el sábado lo arreglaron. La señora Kleiman vino por la tarde a visitarnos y nos contó muchas cosas sobre Jopie, por ejemplo que se ha hecho socia de un club de hockey junto con Jacque van Maarsen. El domingo vino Bep a ver si no habían entrado ladrones y se quedó a desayunar con nosotros. El lunes de Pentecostés, el señor Gies hizo de vigilante del escondite y el martes por fin nos dejaron abrir otra vez las ventanas. Rara vez hemos tenido un fin de semana de Pentecostés tan hermoso y cálido, hasta podría decirse que caluroso. Cuando en la Casa de atrás hace mucho calor es algo terrible; para darte una idea de la gran cantidad de quejas, te describiré los días de calor en pocas palabras:
El sábado: «¡Qué bueno hace!» dijimos todos por la mañana. -¡Ojalá hiciera menos calor!», dijimos por la tarde, cuando hubo que cerrar las ventanas.
El domingo: «¡No se aguanta el calor, la mantequilla se derrite, no hay ningún rincón fresco en la casa, el pan se seca, la leche se echa a perder, no se puede abrir ninguna ventana. Somos unos parias que nos estamos sofocando, mientras los demás tienen vacaciones de Pentecostés!» (Palabras de la señora.)
El lunes: «¡Me duelen los pies, no tengo ropa fresca, no puedo fregar los platos con este calor!» Quejidos desde la mañana temprano hasta las últimas horas de la noche. Fue muy desagradable.
Sigo sin soportar bien el calor, y me alegro de que hoy sople una buena brisa y que igual haya sol.
Tu Ana M. Frank