Miércoles, 31 de Mayo de 1944

Querida Kitty:

El sábado, domingo, lunes y martes hizo tanto calor, que no podía tener la pluma en la mano, por lo que me fue imposible es­cribirte. El viernes se rompió el desagüe, el sábado lo arreglaron. La señora Kleiman vino por la tarde a visitarnos y nos contó mu­chas cosas sobre Jopie, por ejemplo que se ha hecho socia de un club de hockey junto con Jacque van Maarsen. El domingo vino Bep a ver si no habían entrado ladrones y se quedó a desayunar con nosotros. El lunes de Pentecostés, el señor Gies hizo de vigi­lante del escondite y el martes por fin nos dejaron abrir otra vez las ventanas. Rara vez hemos tenido un fin de semana de Pente­costés tan hermoso y cálido, hasta podría decirse que caluroso. Cuando en la Casa de atrás hace mucho calor es algo terrible; para darte una idea de la gran cantidad de quejas, te describiré los días de calor en pocas palabras:
El sábado: «¡Qué bueno hace!» dijimos todos por la mañana. -¡Ojalá hiciera menos calor!», dijimos por la tarde, cuando hubo que cerrar las ventanas.
El domingo: «¡No se aguanta el calor, la mantequilla se derrite, no hay ningún rincón fresco en la casa, el pan se seca, la leche se echa a perder, no se puede abrir ninguna ventana. Somos unos pa­rias que nos estamos sofocando, mientras los demás tienen vaca­ciones de Pentecostés!» (Palabras de la señora.)
El lunes: «¡Me duelen los pies, no tengo ropa fresca, no puedo fregar los platos con este calor!» Quejidos desde la mañana tem­prano hasta las últimas horas de la noche. Fue muy desagradable.
Sigo sin soportar bien el calor, y me alegro de que hoy sople una buena brisa y que igual haya sol.

Tu Ana M. Frank

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