Lunes 8 de Mayo de 1944

Querida Kitty:

¿Te he contado alguna vez algo sobre nuestra familia? Creo que no, y por eso empezaré a hacerlo en seguida. Papá nació en Franc­fort del Meno, y sus padres eran gente de dinero. Michael Frank era dueño de un Banco, y con él se hizo millonario, y Alice Stern era de padres muy distinguidos y también de mucho dinero. Michael Frank no había sido rico en absoluto de joven, pero fue escalando posiciones. Papá tuvo una verdadera vida de niño bien, con fiestas todas las semanas, y bailes, niñas guapas, valses, ban­quetes, muchas habitaciones, etc. Todo ese dinero se perdió cuando murió el abuelo, y después de la guerra mundial y la infla­ción no quedó nada. Hasta antes de la guerra aún nos quedaban bastantes parientes ricos. O sea, que papá ha tenido una educa­ción de primera, y por eso ayer le dio muchísima risa cuando, por primera vez en sus S S años de vida, tuvo que rascar la comida del fondo de la sartén.
Mamá no era tan, tan rica, pero sí bastante, con lo que ahora nos deja boquiabiertos con sus historias de fiestas de compromiso de 250 invitados, bailes privados y grandes banquetes.
Ya no podemos llamarnos ricos, ni mucho menos, pero tengo mis esperanzas puestas en lo que vendrá cuando haya acabado la guerra. Te aseguro que no le tengo ningún apego a la vida estre­cha, como mamá y Margot. Me gustaría irme un año a París y un año a Londres, para aprender el idioma y estudiar historia del arte. Compáralo con Margot, que quiere irse a Palestina a trabajar de enfermera en una maternidad. A mí me siguen haciendo ilusión los vestidos bonitos y conocer gente interesante, quiero viajar y tener nuevas experiencias, no es la primera vez que te lo digo, y al­gún dinero no me vendrá mal para poder hacerlo...
Esta mañana, Miep nos contó algunas cosas sobre la fiesta de compromiso de su prima, a la que fue el sábado. Los padres de la prima son ricos, los del novio más ricos aún. Se nos hizo la boca agua cuando Miep nos contó lo que comieron: sopa juliana con bolitas de carne, queso, canapés de carne picada, entremeses varia­dos con huevo y rosbif, canapés de queso, bizcocho borracho, vino y cigarrillos, de todo a discreción.
Miep se bebió diez copas y se fumó tres cigarrillos. ¿Es ésta la mujer antialcohólica que dice ser? Si Miep estuvo bebiendo tanto, ¿cuánto habrá bebido su señor esposo? En esa fiesta todos deben haberse achispado un poco, naturalmente. También había dos agentes de la brigada de homicidios, que sacaron fotos a la pareja. Como verás, Miep no se olvida ni un instante de sus escondidos, porque en seguida memorizó los nombres y las señas de estos dos señores, por si llega a pasar algo y hacen falta holandeses de con­fianza.
¡Cómo no se nos iba a hacer la boca agua, cuando sólo había­mos desayunado dos cucharadas de papilla de avena y teníamos un hambre que nos moríamos; cuando día a día no comemos otra cosa que no sean espinacas a medio cocer (por aquello de las vita­minas) con patatas podridas; cuando en nuestros estómagos va­cíos no metemos más que lechuga en ensalada y lechuga cocida, y espinacas, espinacas y otra vez espinacas! Quién sabe si algún día no seremos tan fuertes como Popeye, aunque de momento no se nos note...
Si Miep nos hubiera invitado a que la acompañáramos a la fiesta, no habría quedado un solo bocadillo para los demás invitados. Si hubiéramos estado nosotros en esa fiesta, habríamos organizado un gran pillaje y no habríamos dejado ningún mueble en su sitio. Te puedo asegurar que le íbamos sacando a Miep las palabras de la boca, que nos pusimos a su alrededor como si en la vida hubiéra­mos oído hablar de una buena comida o de gente distinguida. ¡Y ésas son las nietas del famoso millonario! ¡Cómo pueden cambiar las cosas en este mundo!

Tu Ana M. Frank

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