Miércoles, 1 de Julio de 1942


Querida Kitty:

Hasta hoy te aseguro que no he tenido tiempo para volver a escribirte. El jueves estuve toda la tarde en casa de unos amigos, el viernes tuvimos visitas y así sucesivamente hasta hoy. Helio y yo nos hemos conocido más a fondo esta semana. Me ha contado muchas cosas de su vida. Es oriundo de Gelsenkirchen y vive en Holanda en casa de sus abuelos. Sus padres están en Bélgica, pero no tiene posibilidades de viajar allí para reunirse con ellos. Helio tenía una novia, Ursula. La conozco, es la dulzura y el aburrimiento personificado. Desde que me conoció a mí, Helio se ha dado cuenta de que al lado de Ursula se duerme. O sea, que soy una especie de antisomnífero. ¡Una nunca sabe para lo que puede llegar a servir!
El sábado por la noche, Jacque se quedó a dormir conmigo, pero por la tarde se fue a casa de Hanneli y me aburrí como una ostra. Helio había quedado en pasar por la noche, pero a eso de las seis me llamó por teléfono. Descolgué el auricular y me dijo:

- Habla Helmuth Silberberg. ¿Me podría poner con Anne?
- Sí, Helio, soy Anne.
- Hola, Anne. ¿Cómo estás?
- Bien, gracias.
- Siento tener que decirte que esta noche no podré pasarme por tu casa, pero quisiera hablarte un momento. ¿Te parece bien que vaya dentro de diez minutos?
- Sí, está bien. ¡Hasta ahora!
- ¡Hasta ahora!

Colgué el auricular y corrí a cambiarme de ropa y a arreglarme el pelo. Luego me asomé, nerviosa, por la ventana. Al fin lo vi llegar. Por milagro no me lancé escaleras abajo, sino que esperé hasta que sonó el timbre. Bajé a abrirle y él fue directamente al grano:



- Mira, Anne, mi abuela dice que eres muy joven para que esté saliendo contigo. Dice que tengo que ir a casa de los Löwenbach, aunque quizá sepas que ya no salgo con Ursula.
- No, no lo sabía. ¿Acaso habéis reñido?
- No, al contrario. Le he dicho a Ursula que de todos modos no nos entendíamos bien y que era mejor que dejáramos de salir juntos, pero que en casa siempre sería bien recibida, y que yo esperaba serlo también en la suya. Es que yo pensé que ella se estaba viendo con otro chico, y la traté como si así fuera. Pero resultó que no era cierto, y ahora mi tío me ha dicho que le tengo que pedir disculpas, pero yo naturalmente no quería, y por eso he roto con ella, pero ése es sólo uno de muchos motivos. Ahora mi abuela quiere que vaya a ver a Ursula y no a ti, pero yo no opino como ella y no tengo intención de hacerlo. La gente mayor tiene a veces ideas muy anticuadas, pero creo que no pueden imponérnoslas a nosotros. Es cierto que necesito a mis abuelos, pero ellos en cierto modo también me necesitan. Ahora resulta que los miércoles por la noche tengo libre porque se supone que voy a clase de talla de madera, pero en realidad voy a una de esas reuniones del partido sionista. Mis abuelos no quieren que vaya porque se oponen rotundamente al sionismo. Yo no es que sea fanático, pero me interesa, aunque últimamente están armando tal jaleo que había pensado no ir más. El próximo miércoles será la última vez que vaya. Entonces podremos vernos los miércoles por la noche, los sábados por la tarde y por la noche, los domingos por la tarde, y quizá también otros días.
- Pero si tus abuelos no quieren, no deberías hacerlo a sus espaldas.
- El amor no se puede forzar.


En ese momento pasamos por delante de la librería Blankevoort, donde estaban Peter Schiff y otros dos chicos. Era la primera vez que me saludaba en mucho tiempo, y me produjo una gran alegría.

El lunes, al final de la tarde, vino Helio a casa a conocer a papá y mamá. Yo había comprado una tarta y dulces, y además había té y galletas, pero ni a Helio ni a mí nos apetecía estar sentados en una silla uno al lado del otro, así que salimos a dar una vuelta, y no regresamos hasta las ocho y diez. Papá se enfadó mucho, dijo que no podía ser que llegara a casa tan tarde. Tuve que prometerle que en adelante estaría en casa a las ocho menos diez a más tardar. Helio me ha invitado a ir a su casa el sábado que viene.

Wilma me ha contado que un día que Helio fue a su casa le preguntó: - ¿Quién te gusta más, Ursula o Anne?
Y entonces él le dijo: - No es asunto tuyo.
Pero cuando se fue, después de no haber cambiado palabra con Wilma en toda la noche, le dijo: - ¡Pues Anne! Y ahora me voy. ¡No se lo digas a nadie!
Y se marchó.


Todo indica que Helio está enamorado de mí, y a mí, para variar, no me desagrada. Margot diría que Helio es un buen tipo, y yo opino igual que ella, y aún más. También mamá está todo el día alabándolo: Que es un muchacho apuesto, que es muy cortés, simpático. Me alegro de que en casa a todos les caiga tan bien, menos a mis amigas, a las que él encuentra muy niñas, y en eso tiene razón. Jacque siempre me está tomando el pelo por lo de Helio. Yo no es que esté enamorada, nada de eso. ¿Es que no puedo tener amigos? Con eso no hago mal a nadie.

Mamá sigue preguntándome con quién querría casarme, pero creo que ni se imagina que es con Peter, porque yo lo desmiento una y otra vez sin pestañear. Quiero a Peter como nunca he querido a nadie, y siempre trato de convencerme de que sólo vive persiguiendo a todas las chicas para esconder sus sentimientos. Quizá él ahora también crea que Helio y yo estamos enamorados, pero eso no es cierto. No es más que un amigo o, como dice mamá, un galán.

Tu Anne

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