Martes, 25 de Abril de 1944

Querida Kitty:

Hace como diez días que Dussel y Van Daan otra vez no se hablan, y eso sólo porque hemos tomado un montón de medidas de seguridad después de que entraron los ladrones. Una de ellas es que a Dussel ya no le permiten bajar por las noches. Peter y el señor Van Daan hacen la última ronda todas las noches a las nueve y media, y luego nadie más puede bajar. Después de las ocho de la noche ya no se puede tirar de la cadena, y tampoco después de las ocho de la mañana. Las ventanas no se abren por la mañana hasta que no esté encendida la luz en el despacho de Kugler, y por las noches ya no se les puede poner las tablitas. Esto último ha sido motivo para que Dussel se molestara. Asegura que Van Daan le ha soltado un gruñido, pero ha sido culpa suya. Dice que antes podría vivir sin comer que sin respirar aire puro, y que habrá que buscar un método para que puedan abrirse las ventanas.-Hablaré de ello con el señor Kluger -me ha dicho, y le he contestado que estas cosas no se discuten con el señor Kugler, sino que las resuelve el grupo en su conjunto.-¡Aquí todo se hace a mis espaldas! -refunfuñó Tendré que hablar con tu padre al respecto.Tampoco le dejan instalarse en el despacho de Kugler los sábados por la tarde ni los domingos, porque podría oírle el jefe de la oficina de Keg cuando viene. Pero Dussel no hizo caso y se volvió a instalar en el despacho. Van Daan estaba furioso y papá bajó a prevenirle. Por supuesto que se salió con algún pretexto pero esta vez ni papá lo aceptó. Ahora también papá habla lo menos posible con él, porque Dussel lo ha ofendido, no sé de qué manera, ni lo sabe ninguno de nosotros, pero debe de haber sido fuerte.¡Y pensar que la semana que viene el desgraciado festeja su cumpleaños! Cumplir años, no decir ni mu, estar con cara larga y recibir regalos: ¿cómo casa una cosa con otra?El estado del señor Voskuijl va empeorando mucho. Lleva más de diez días con casi cuarenta grados de fiebre. El médico dice que no hay esperanzas, creen que el cáncer ha llegado hasta el pulmón. Pobre hombre, ¡cómo nos gustaría ayudarle! Pero sólo Dios puede hacerlo.He escrito un cuento muy divertido. Se llama «Blurry, el explorador», y ha gustado mucho a mis tres oyentes.Aún sigo muy acatarrada, y ya he contagiado a Margot y a mamá y a papá. Espero que no se le pegue también a Peter, quiso que le diera un beso y me llamó su El Dorado. ¡Pero si eso ni siquiera es posible, tonto! De cualquier manera, es un cielo.

Tu Ana M. Frank

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