Jueves, 5 de Agosto de 1943

Querida Kitty:

Tomemos hoy la hora de la comida, a mediodía.Son las doce y media. Toda la compañía respira aliviada. Por fin Van Maaren, el hombre del oscuro pasado, y De Kok se han ido a sus casas. Arriba se oye el traqueteo de la aspiradora que la señora le pasa a su hermosa y única alfombra. Margot coge unos libros y se los lleva bajo el brazo a la clase «para alumnos que no avanzan», porque así se podría llamar a Dussel. Pim se instala en un rincón con su inseparable Dickens, buscando un poco de tranquilidad. Mamá se precipita hacia el piso de arriba para ayudar a la hacen­dosa ama de casa y yo me encierro en el cuarto de baño para ade­centarlo un poco, haciendo lo propio conmigo misma.La una menos cuarto: Gota a gota se va llenando el cubo. Pri­mero llega el señor Gies; luego Kleiman o Kugier, Bep y a veces también un rato Miep.La una: Todos escuchan atentos las noticias de la BBC, for­mando corro en torno a la radio miniatura. Éstos son los únicos momentos del día en que los miembros de la Casa de atrás no se interrumpen todo el tiempo mutuamente, porque está hablando alguien al que ni siquiera el señor Van Daan puede llevar la con­traria.La una y cuarto: Comienza el gran reparto. A todos los de abajo se les da un tazón de sopa, y cuando hay algún postre, también se les da. El señor Gies se sienta satisfecho en el diván o se reclina en el escritorio. Junto a él, el periódico, el tazón y, la mayoría de veces, el gato. Si le falta alguno de estos tres, no de­jará de protestar. Kleiman cuenta las últimas novedades de la ciudad; para eso es realmente una fuente de información estu­penda. Kugler sube la escalera con gran estrépito, da un golpe seco y firme en la puerta y entra frotándose las manos, de buen humor y haciendo aspavientos, o de mal humor y callado, según los ánimos.Las dos menos cuarto: Los comensales se levantan y cada uno retoma sus actividades. Margot y mamá se ponen a fregar los platos, el señor y la señora Van Daan vuelven al diván, Peter al desván, papá al otro diván, Dussel también, y Ana a sus tareas.Ahora comienza el horario más tranquilo. Cuando todos duermen, no se molesta a nadie. Dussel sueña con una buena co­mida, se le nota en la cara, pero no me detengo a observarlo por­que el tiempo corre y a las cuatro ya lo tengo al doctor pedante a mi lado, con el reloj en la mano, instándome a desocupar el es­critorio que he ocupado un minuto de más.

Tu Ana

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