Querida Kitty:
La señora tiene un nuevo nombre; la llamamos la Sra. Beaverbrook. Claro, no comprenderás el porqué. Te explico: en la radio inglesa habla a menudo un tal míster Beaverbrook, sobre que se bombardea demasiado poco a Alemania. La señora Van Daan siempre contradice a todo el mundo, hasta a Churchill y al servicio informativo, pero con míster Beaverbrook está completamente de acuerdo. Por eso, a nosotros nos pareció lo mejor que se casara con este Beaverbrook, y como se sintió halagada, en lo sucesivo la llamaremos Sra. Beaverbrook.Vendrá a trabajar un nuevo mozo de almacén. Al viejo lo mandan a trabajar a Alemania. Lo lamentamos por él, pero a nosotros nos conviene porque el nuevo no conoce el edificio. Los mozos del almacén todavía nos tienen bastante preocupados.Gandhi ha vuelto a comer.El mercado negro funciona a las mil maravillas. Podríamos comer todo lo que quisiéramos si tuviéramos el dinero para pagar los precios prohibitivos que piden. El verdulero le compra las patatas a la «Wehrmacht» y las trae en sacos al antiguo despacho de papá. Sabe que estamos escondidos, y por eso siempre se las arregla para venir al mediodía, cuando los del almacén se van a sus casas a comer.Cada vez que respiramos, nos vienen estornudos o nos da la tos, de tanta pimienta que estamos moliendo. Todos los que suben a visitarnos, nos saludan con un «iachís!». La señora afirma que no baja porque se enfermeraría si sigue aspirando tanta pimienta.No me gusta mucho el negocio de papá; no vende más que gelatinizantes y pimienta. ¡Un comerciante en productos alimenticios debería vender por lo menos alguna golosina!Esta mañana ha vuelto a caer sobre mí una tormenta de palabras. Hubo rayos y centellas de tal calibre que todavía me zumban los oídos. Que esto y que aquello, que «Ana mal» y que «Van Daan bien», que patatín y que patatán.
Tu Ana
La señora tiene un nuevo nombre; la llamamos la Sra. Beaverbrook. Claro, no comprenderás el porqué. Te explico: en la radio inglesa habla a menudo un tal míster Beaverbrook, sobre que se bombardea demasiado poco a Alemania. La señora Van Daan siempre contradice a todo el mundo, hasta a Churchill y al servicio informativo, pero con míster Beaverbrook está completamente de acuerdo. Por eso, a nosotros nos pareció lo mejor que se casara con este Beaverbrook, y como se sintió halagada, en lo sucesivo la llamaremos Sra. Beaverbrook.Vendrá a trabajar un nuevo mozo de almacén. Al viejo lo mandan a trabajar a Alemania. Lo lamentamos por él, pero a nosotros nos conviene porque el nuevo no conoce el edificio. Los mozos del almacén todavía nos tienen bastante preocupados.Gandhi ha vuelto a comer.El mercado negro funciona a las mil maravillas. Podríamos comer todo lo que quisiéramos si tuviéramos el dinero para pagar los precios prohibitivos que piden. El verdulero le compra las patatas a la «Wehrmacht» y las trae en sacos al antiguo despacho de papá. Sabe que estamos escondidos, y por eso siempre se las arregla para venir al mediodía, cuando los del almacén se van a sus casas a comer.Cada vez que respiramos, nos vienen estornudos o nos da la tos, de tanta pimienta que estamos moliendo. Todos los que suben a visitarnos, nos saludan con un «iachís!». La señora afirma que no baja porque se enfermeraría si sigue aspirando tanta pimienta.No me gusta mucho el negocio de papá; no vende más que gelatinizantes y pimienta. ¡Un comerciante en productos alimenticios debería vender por lo menos alguna golosina!Esta mañana ha vuelto a caer sobre mí una tormenta de palabras. Hubo rayos y centellas de tal calibre que todavía me zumban los oídos. Que esto y que aquello, que «Ana mal» y que «Van Daan bien», que patatín y que patatán.
Tu Ana